Actividades de lectura Veloz
Es imprescindible reforzar todos los conocimientos aprendidos y prepararse cursos superiores, donde la comprensión de textos es muy importante. Por ello, te propongo actividades para que veas cual es el tiempo que tardas en leer un texto.
Estoy segura que lo vas a hacer genial, así que... cuando lo hayas leído necesito que me pongas el tiempo que has tardado en leerlo.
“La isla del tesoro” por R.L. Stevenson
Sería la una y media de la tarde cuando los dos botes de La Española se fueron a tierra. El capitán, el caballero y yo estábamos discurriendo acerca de la situación, en nuestra cámara de popa. Si hubiera soplado en aquellos momentos la brisa más ligera, hubiéramos ca¡do, por sorpresa, sobre los seis rebeldes que se nos había dejado a bordo, hubiéramos levado anclas y salido a alta mar. Pero el viento faltaba de todo punto, y para completar nuestro desamparo, vino Hunter a traernos la nueva de que Hawkins se había metido en uno de los botes y marchándose con los expedicionarios de la isla.
Jamás nos ocurrió poner en duda la lealtad de Hawkins; pero sí nos pusimos en alarma por su vida. Con la excitación en que aquellos hombres se encontraban, nos parecía que sólo una casualidad podía hacer que volviésemos a verle vivo. Corrimos sobre cubierta. El calor era tal que la brea que unía la juntura de los tablones comenzaba a burbujear, derritiéndose; el nauseabundo hedor de aquel sitio me ponía verdaderamente malo, y si alguna vez hombre alguno absorbió por el olfato lo gérmenes de mil enfermedades infecciosas, ese fui yo, sin duda, en aquel abominable fondeadero. Los seis sabandijas estaban sentados en proa, refunfuñando, a la sombra de una vela. Hacia la playa, podíamos divisar los botes, sujetos a tierra, y a un hombre de los de Silver, sentado en cada uno de ellos. Uno de aquellos dos conjurados se divertía silbando el Lilibullero.
Esperar era una locura, así que decidimos que Hunter y yo iríamos a tierra en el serení en busca de informes y para explorar el terreno. Los botes se habían recargado sobre su derecha, pero Hunter y yo remamos recto en dirección de la estacada marcada en nuestro mapa. Los centinelas y los guardianes de los esquifes parecieron desconcertarse un tanto con nuestra aparición. El Lilibullero cesó de oírse y pude ver a ese par de alhajas discutiendo lo que debían hacer. Si se hubieran marchado para avisar a Silver lo que ocurría, abandonando sus botes, es claro que las cosas hubieran pasado de muy distinta manera; pero supongo que tenían sus órdenes, y, en consonancia con ellas, decidieron permanecer tranquilamente en donde estaban, y muy luego oímos que la música del Lilibullero comenzaba de nuevo.
Había en aquel punto una ligera curva en la costa y yo no perdí tiempo, remando, cuan fuertemente pude, para ponerla entre los hombres de los esquifes y nosotros, de tal suerte que, antes de que llegásemos a tierra, ya nos habíamos perdido mutuamente de vista. Salté, por fin, a la playa, y púseme a correr tan a prisa como podía atreverme a hacerlo, desplegando sobre mi cabeza un gran pañuelo de seda blanco, para evitar la insolación y con un buen par de pistolas, enteramente listas, por precaución, contra cualquier sorpresa.
No había recorrido aún cien yardas cuando llegué a la estacada.
He aquí lo que había en ella: una fuente de agua limpia y clara brotaba casi en la cumbre de la colina; sobre ésta, y encerrando la fuente, por supuesto, se había improvisado una espaciosa cabaña de postes de madera, de manera de poder encerrar una o dos veintenas de hombres, en caso de apuro, y con troneras para mosquetes por todos lados. Al derredor de esta cabaña habíase limpiado un espacio considerable, y para completar la obra, se había levantado una empalizada bastante fuerte, como de seis pies de elevación, sin ninguna puerta o pasadizo, con resistencia y fuerza para no poderla echar por tierra sino con tiempo y trabajo; pero bastante abierta para que no pudiera servir de parapeto a los sitiadores. Los que estuvieran en posesión de la cabaña podían llamarse dueños del campo y cazar a los de afuera como perdices. Lo que se necesitaba allí era una vigilancia continua y provisiones, porque a menos de una completa sorpresa, los sitiados podían sostenerse muy bien contra un regimiento entero.
Toma el tiempo final: _______
Traduce la diferencia entre el tiempo inicial y final a segundos y utilízala en la siguiente fórmula:
663 x 60
--------------------------- X 100 = Palabras por Minuto
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